En este ensayo, analizaré cómo el sujeto cibernético, los chatbots y el Golem artificial[1] se relacionan entre sí y con el contexto histórico en el que surgen y se desarrollan en el cibermundo.
El cibermundo es el escenario virtual y material donde se desarrollan las interacciones entre los sujetos cibernéticos y los dispositivos inteligentes que emplean la inteligencia artificial (IA) para comunicarse, aprender, crear y construir estrategia de saber- poder.
El sujeto cibernético es aquel que ha construido el cibermundo, su estructura tecnológica digital, cibercultural y cibersocial. Como sujeto, es a la vez creador y producto del cibermundo, que está constituido por relaciones de poder de control virtual. En este sentido, el sujeto cibernético adopta diversas prácticas y roles sociales, que van desde los hackers que desafían el poder establecido, los de ciberseguridad de Estado hasta los cibereducadores que promueven el aprendizaje en entornos virtuales.
Los chatbots son programas de IA que se encuentran en el ciberespacio de ese mundo cibernético y que simulan la conversación e interacción humana mediante el procesamiento del lenguaje natural (PLN). Son expresión de la IA débil, que cumple una tarea específica y que es una prefiguración de lo que podría ser el Golem artificial.
Los conceptos de sujeto cibernético, chatbot y Golem artificial entran en una interrelación dinámica en el cibermundo, generando reflexiones y produciendo debate filosófico sobre el sujeto cibernético ante la inteligencia artificial.
Palabras claves: Sujeto cibernético, los chatbots, Golem artificial, Cibermundo.
Cyber subject, chatbots and artificial golem
Introduction
In this essay, I will analyze how the cybernetic subject, chatbots and the artificial Golem relate to each other and to the historical context in which they arise and develop in the cyberworld. The cyberworld is the virtual and material scenario where the interactions between the cybernetic subjects and the intelligent devices that use artificial intelligence (AI) to communicate, learn, create, and build strategies of knowledge-power take place.
The cybernetic subject is the one who has built the cyberworld, its digital technological, cybercultural and cybersocial structure. As a subject, he is both creator and product of the cyberworld, which is constituted by relations of power of virtual control. In this sense, the cybernetic subject adopts diverse social practices and roles, ranging from hackers who challenge the established power, state cybersecurity to cybereducators who promote learning in virtual environments. Chatbots are AI programs that are found in cyberspace of that cyberworld and that simulate human conversation and interaction through natural language processing (NLP).
They are an expression of weak AI, which fulfills a specific task, and which is a prefiguration of what could be the artificial Golem. The concepts of cybernetic subject, chatbot and artificial Golem enter a dynamic interrelation in the cyberworld, generating reflections and producing philosophical debate about the cybernetic subject in front of artificial intelligence.
Keywords: Cybernetic subject, chatbots, artificial Golem, cyberworld.
Sujeto cibernético
El sujeto cibernético es un ser viviente, único e irrepetible, que forma parte, como individuo, de la construcción del cibermundo y vive navegando por el ciberespacio. Existen varias tipologías que también están articuladas en red. Por un lado, están los cibermillonarios que son los dueños de chatbots como chatGPT, Microsoft y Google Bard; los hackers empresarios, rebeldes, mercenarios y de seguridad, los educadores virtuales, los programadores, los ciberperiodistas, los ciberpolíticos, los investigadores, los encargados de ciberseguridad y profesionales de las diversas ramificaciones y demás sujetos no profesionales, pero que forman parte del ciberespacio.
El sujeto no existe fuera del lenguaje cibernético, sino que el lenguaje cibernético crea a este sujeto cibernético, quien a su vez va construyendo su subjetividad en la cultura-lengua- experiencia sobre el mundo y el cibermundo, y lo va expresando a través de su discurso. Por eso, el lenguaje es práctica social, no medio de comunicación e instrumentalización sobre el sujeto-lengua- cultura. Se confunden los chatbots virtuales con el sujeto cibernético.
Los chatbots no comprenden nada acerca del sujeto de entidad viviente, de construcción lingüística, social y discursiva forjado a través de la relación de lengua-cultura-sociedad-poder, mundo y cibermundo (Meschonnic,1996; Foucault, 2014; Morin, 2009; Merejo, 2017), puesto que, como dispositivos de inteligencia artificial virtuales, no son sujetos, porque no experimentan el lenguaje como los seres vivientes. Cada sujeto tiene su propia subjetividad, formación y experiencia. En cambio, la Inteligencia Artificial no.
Cuando el sujeto utiliza el lenguaje para explicar una experiencia personal no sólo está comunicando información tal como lo hace un Chatbot, sino que también está construyendo su propia subjetividad al interpretar y dar sentido a esa experiencia a través del lenguaje. De esta manera, el lenguaje no solo capta la realidad, sino que también la reproduce, la construye y le da forma a través de la perspectiva y la subjetividad. Ocurre todo lo contrario con la IA, puesto que ésta se enmarca en la posexperiencia de la virtualidad, al margen de la vivencia y el acto de morir. En cuanto a la experiencia y el pensar, la propia vivencia, por más que queramos, no podrá evitar la ausencia de este planeta, dejando a la inteligencia artificial fría, desolada y desafiando toda entropía.
La capacidad generativa de la IA es el resultado de la facultad de lenguaje, pensamiento, inteligencia y conciencia del propio sujeto cibernético, quien tiene la responsabilidad de diseñar las funciones del dispositivo inteligente. De manera que, tanto la programación como la destreza que tiene este dispositivo son el resultado de este sujeto programador, especialista en algoritmos e inteligencia artificial.
Cada individuo tiene su propia subjetividad, que se va desarrollando a través de su experiencia lingüística y social única. Por eso, aunque el chatbot, como ChatGPT u otros dispositivos similares, pueda influir en el sujeto mediante un software de inteligencia artificial virtual, nunca podrá convertirse en un sujeto vivo por medio de la interacción y la comunicación con el sujeto-individuo-biológico-vivo, que tiene lenguaje, pensamiento y experiencia. Estas categorías le permiten al ser humano ser responsable de su propia construcción. Solo el sujeto puede actuar desde la ética de la comprensión que rige la ley de entropía, de la degradación de la existencia, que no tiene nada que ver con el poshumanismo de la permanencia de la vida por toda una eternidad.
El sujeto es una entidad biológica viviente, que constituye un modo de actividad social e individual y que gracias al funcionamiento neurolingüístico (recursividad-cerebro-lenguaje), se manifiesta en múltiples prácticas sociales y de redes sociales ciberespaciales. Esto le convierte en un sujeto de interacción virtual y real con características específicas de prácticas discursivas en las diversas cibersociedades que conforman el cibermundo.
De esto se desprende que la IA es una forma de inteligencia que no se la puede reducir a un simple diseño hecho por el sujeto cibernético, sino que también se ha programado para procesar y manipular datos. La inteligencia humana rebasa los límites de la IA, puesto que tiene capacidad cognitiva, mental, reflexiva, de resolver problemas, adaptarse al entorno y tomar decisiones. Nuestra inteligencia no se reduce a la capacidad de comprender y razonar, al estilo del Chatbot, sino que va más allá, en cuanto creatividad, intuición y aprendizaje de comunicación, que son parte de los escenarios del pensamiento.
El pensamiento va más allá de la fascinación de los datos e información del entorno, por lo que no solo se alimenta de lo anterior, sino también de su interioridad, constituida por la corporeidad, de donde brotan las emociones, el deseo y las creencias. Este se sitúa en el conjunto de procesos mentales por los cuales un sujeto se vale para comprender, procesar y manejar información.
Esta actividad cognitiva no solo es percepción, atención y razonamiento, también incluye la capacidad de retención de información a través de la memoria, que facilita la solución de problemas, así como la toma de decisiones y la creatividad. Algunas de estas características se encuentran en los dispositivos de IA, pero dado su lenguaje y aprendizaje automatizados, no tienen pensamiento, mucho menos conciencia.
La conciencia potencia la capacidad de la propia existencia de tener percepción, de los pensamientos, de las emociones de los entornos, tanto reales como virtuales. Esto es lo que nos permite, con ayuda de la memoria, experimentar de manera consciente esa subjetividad sobre los entornos y sobre nosotros mismos. En la conciencia entra la autoconciencia de la que carece la IA. Solo el ser humano es capaz de ser consciente de su propia existencia- pensamiento- sentimiento, que se forja en la experiencia y no en la posexperiencia de la virtualidad (Merejo, 2023a). Solo el sujeto de conciencia tiene capacidad de experiencias subjetivas y de ser consciente de ellas, de hacerse una introspección, de sentir emociones, lo que no puede experimentar el dispositivo de IA, porque su mundo cibernético se mueve en la posexperiencia virtual de todo lo que sucede en el ciberespacio.
Que el dispositivo sea capaz de procesar información o generar respuestas automatizadas no significa que tenga conciencia de su existencia ni que pueda experimentar pensamientos críticos, donde la información se evalúa, se analiza para luego tomar decisiones orientadas a la vida, única e irrepetible y que carece de programación y reprogramación como el androide, el cual no es creativo porque no genera ideas nuevas para los problemas de la vida. Este no tiene pensamiento intuitivo ni tampoco emociones o sensaciones. Alcanza a simularlas, pero nunca serán tan auténticas como las emociones de un ser humano.
II: No entregue la cabeza al ChatGPT
Pero es el caso que aún incapacitado para pensar y para actuar yo estaba allí: había pasado el umbral y tenía que entregar mi cabeza. Nadie podría evitarme esa macabra experiencia. La situación era en verdad aterradora. Parecía que no había distancia entre la vida que había dejado atrás, del otro lado de la puerta, y la que iba a iniciar en ese momento. Físicamente, la distancia sería de tres metros, tal vez de cuatro. Sin embargo, lo que veía indicaba que la separación entre lo que fui y lo que sería podía medirse en términos humanos (Bosch, La mancha indeleble, 2001, p237. Cuentos más que completos: Alfaguara)
La IA desde hace tiempo ha estado penetrando la estructura social, económica, política y cultural del sistema cibermundo. Al igual que otras fibras tecnocientica, como el internet de las cosas, la IA ha ido permeando este mundo virtual atravesó de los macrodatos o Big Data, los cuales son conjuntos de datos voluminosos que el software tradicional de procesamiento de datos sencillos no puede manejarlos.
Las dificultades de que la Big Data no es fácil de manejar se enmarcan en lo que Mario Tascon y Aramtza Coullaut (2016) definen como cuatros V, que la caracteriza: Velocidad, Variedad, Volumen y visualización
Harari (Homo Deus,2017) reflexiona sobre el dataísmo como mentalidad, filosofía o religión que venera a los datos, en tanto cree que el flujo de datos es el valor supremo, colocando a la información como secundaria y despreciando el conocimiento y la sabiduría; años antes de Harari, dos expertos en el campo del Big Data, Viktor Mayer-Schönberger y Kennet Cukier se enfocaron en las implicaciones sociales, económicas y políticas que estaba produciendo la revolución de los datos masivos (2013;2018).
Sin embargo, el terremoto cibernético que sacudió los cimientos del mundo digital ocurrió cuando surgió ChatGPT, un chatbot que cambió de forma disruptiva el paradigma de los asistentes virtuales y conmocionó el ámbito educativo y, por ende, las esferas del conocimiento humano. ChatGPT es un modelo de lenguaje basado en redes neuronales artificiales que se entrena con una gran cantidad de datos textuales provenientes del ciberespacio. La Big Data es como la sangre de ChatGPT, porque con sus datos va alimentando y entrenando este modelo, por lo que sin esos grandes volúmenes de datos ChatGPT no tendría sentido. Son estos datos los que le proporcionan la capacidad de adaptarse a diferentes temas y conversaciones, haciéndolo más versátil.
Según Harari, el dataísmo es una nueva ideología o incluso una forma de religión en la cual el flujo de información es el valor supremo. De acuerdo con esta visión, los algoritmos podrían tener la autoridad para tomar las decisiones más importantes en nuestras vidas.
Hace unos años, en medio de la pandemia escribimos un ensayo titulado: “Meritocracia, inteligencia y desigualdad cibersocial”, en el que definíamos la IA como la capacidad de un sistema de software virtual para procesar e interpretar correctamente datos externos, con el objetivo de aprender de ellos y usarlos como información y conocimiento para realizar tareas específicas, similares o mejores que las de los seres humanos (Merejo, 2020).
Esta definición de la IA es la que abordamos en el ámbito de los chatbots, dado que son capaces de extraer millones de datos de las redes virtuales del ciberespacio. De acuerdo con la UNESCO (2023), el ChatGPT se caracteriza por un aprendizaje automático, capaz de hablar de cualquier cosa, como pedir datos, un tema, resolver exámenes y tutorial al profesor.
Este chat es un dispositivo que modela el lenguaje a través de la IA. La interacción entre el sujeto cibernético y el dispositivo guarda relación con el método filosófico socrático. Es decir, el sujeto cibernético interactúa con este software de IA, responde a través de la formulación de preguntas. De manera que la validez de la información va a depender de la formulación de la pregunta que realiza el sujeto.
El lenguaje que emplea ChatGPT está articulado en Red Neuronal que se alimenta de manera automática con datos, información, libros y documentos colgados en el ciberespacio. Esta red permite la interacción natural entre los sujetos cibernéticos y la red propiamente dicha. El método de corte cibernético socrático que brota de la interacción genera respuestas a preguntas proporcionadas por los sujetos, cuyo fin persigue facilitarse la vida. El lenguaje de IA que emplea ChatGPT está diseñado para escribir artículos, traducir y corregir textos. Es capaz de generar nuevos contenidos, videos, textos e imágenes, entre otras tareas virtuales.
La entrada de estos chatbots al sistema educativo constituye riesgos y oportunidades que han de enfrentar los docentes, estudiantes y el personal administrativo, dado que este dispositivo tiene un gran potencial para la educación, porque puede ofrecer nuevas maneras de interactuar, estimular la creatividad y el pensamiento crítico con todos los actores del sistema.
Entre sus oportunidades se encuentran la producción de textos de calidad sobre temas que contribuyen a la creación de contenidos de artículos o ensayos y generar información sobre diversos temas, respondiendo a preguntas o buscando fuentes confiables. Otras que cobran importancia son las que contribuyen a la traducción de idiomas con fluidez, para bien del estudiante y el profesor y las que fomentan la creatividad, así como los flujos de información rápidos y diversos.
Sin embargo, tenemos que analizar varios riegos para el pensamiento, como son: falta de calidad, precisión, rigor y fiabilidad en muchos de los textos que son producidos gracias a estos dispositivos (caso ChatGPT) y lo terrible de todo, la incongruencia en el sentido del discurso, que sale a relucir por una desarticulación entre el lenguaje y el pensamiento. Esto dado que este dispositivo va procesando la información en la medida que la vamos alimentando de ideas, preguntas, para este genere repuesta de acuerdo con nuestra forma de pensar y reflexionar.
Lo que sí es que los estudiantes, los profesores y el ciudadano en sentido general, tienen que cuidarse de hacerse dependientes de los chatbots, en el caso particular del ChatGPT. Si esto sucediera, se dejaría de pensar con cabeza propia y sería la pérdida de autonomía por parte del sujeto cibernético, ya que solo confía en los textos generados por estos dispositivos. Lo que sería el fomento de una cultura de mediocracia alimentada por una práctica de escritura hueca y descontextualizada, dado que tendremos montones de textos sin contexto, sin la compleja relación de lenguaje- sujeto – poder- sociedad en el ámbito del mundo y cibermundo.
Asumir una visión crítica de construir el pensamiento, darse cuenta de que esto es una especie de asistente que puede ayudar a estimular los razonamientos y la propia inteligencia, sin entregar la cabeza, como se narra en el cuento de Bosch “La mancha indeleble”:
“Todos los que habían cruzado la puerta antes que yo habían entregado sus cabezas, y yo las veía colocadas en una larga hilera de vitrinas que estaban adosadas a la pared de enfrente. Seguramente esas vitrinas no entraban aires contaminado, pues las cabezas se conservaban en forma admirable, casi como si estuvieran vivas, aunque les faltaba el flujo de la sangre bajo la piel. Debo confesar que espectáculo me produjo un miedo súbito e intenso. Durante cierto tiempo me sentí paralizado por temor” (Bosch, 2001, p 237).
No es al ChatGPT que se le ha de temer es al sujeto cibernético que puede entregar su cabeza a este dispositivo virtual y a los demás chatbots, por acomodarse y postrarse ante este oráculo de IA.
En estos tiempos cibernéticos y transidos, se necesita más que nunca reflexionar e indagar el espíritu de la ilustración del siglo XVIII, y que de forma magistral llegó a explicar el filósofo Enmanuel Kant. A la pregunta ¿Qué es la ilustración? respondió como: “la salida del hombre de su culpable minoría de edad, la cual consiste en la imposibilidad de servirse de su entendimiento, sin la guía de otro. Esta imposibilidad es culpable cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino, de su decisión y valor para servirse del suyo sin la guía de otro” (Kant,2017. p63).
Los profesores, estudiantes, profesionales y demás sujetos cibernéticos (seres vivientes, de lenguaje-entendimiento- cultura) sujetado al cibermundo, navegando por el ciberespacio, deben valerse del entendimiento no como la facultad mental en sí que poseemos para entender, reflexionar, razonar discernir e indagar sino para armarnos de esta para tomar nuestra propia decisión sin ser sujetos heterodirigidos, que es el sujeto dirigido por otro externo. Es escuchar la aclamación de Kant: ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! (Ibíd).
Es no dejarse atrapar por las creencias que el ChaGPT o cualquier otro chatbot, no es tu copilto sino el piloto personalizado, y que, como oráculo de IA, todo lo puede y todo lo responde, despejando toda duda.
¡Tengo un ChatGPT, que suple mi conciencia! ¿Para qué pensar si él piensa por mí? Es ahí, en lo que no se puede caer.
Con esto no estoy negando la importancia que tienen estos programas virtuales de IA en cuanto a potencializar el proceso de enseñanza – aprendizaje, eficientizar tareas, correcciones y evaluación entre docentes y discentes en el ámbito educativo, lo que sí no puede pensarse que esto será obra y gracia de ese ciberOráculo, que todo lo sabe y todo lo controla en el cibermundo.
Porque caeríamos en una pereza mental, que como bien señala Kant: “Pereza y cobardía son las causas por las que tan gran parte de los hombres permanece con agrado en minoría de edad a lo largo de la vida, pese a que la naturaleza los ha librado hace tiempo de guía ajena, y por las que otros se rijan en sus tutores.” (Ibíd).
Por más generativa que sea ChatGPT, en cuanto a generar textos creativos y originales, a partir de un juicio previo que le dé a este software o programa virtual de IA, tenemos que aplicar una ética del cuidado mental, para no ser un sujeto cibermonigote, que anda por el mundo con la facultad de entendimiento, de razonar, de comparar y analizar, pero sin poner a funcionar esa capacidad de entendimiento, de compresión, de crítica y de pensar donde otros no han podido pensar, porque no tienen el valor de hacerlo y de valerse por sí mismos, sin ser muletillas de ningún dispositivo virtual de los que pululan por el cibermundo.
III. El miedo al Gólem artificial.
El rabí lo miraba con ternura y con algún horror ¿Cómo – se dijo- pude engendrar este penoso hijo y la inacción dejé, que es la cordura?
¿Por qué di en agregar a la infinita serie un símbolo más? ¿Por qué a la vana madeja que en lo eterno se devana, di otra causa, otro efecto y otra cuita? En la hora de angustia y de luz vaga, en su Golem, los ojos detenía.
¿Quién nos dirá las cosas que sentía Dios, al mirar a su rabino en Praga?
(Jorge Luis Borges. El Golem, 2017).
La Inteligencia Artificial entra en la cibernética, que es interdisciplinar, y estudia los sistemas de control y comunicación en seres vivos y máquinas. El concepto control cibernético es consustancial al poder virtual y al fin de la privacidad, al ciberespionaje y a la ciberseguridad en el cibermundo.
La cibernética no solo se enfoca en cómo los sistemas se comunican, se adaptan y se controlan a sí mismos, sino de todo el entramado artificial de control virtual que vigila la mente de los sujetos que navegan por el ciberespacio y que viven en el cibermundo. Lo transido de esto es que como sistema nadie escapa al cibermundo, aun después de muerto perdurará en lo virtual.
Esta inteligencia generativa como modelos de lenguaje natural puede realizar tareas que muchas veces desbordan la inteligencia humana; en casos normales van acorde con una de las partes de esta en cuanto aprendizaje, razonamiento y toma de decisiones, aunque no con intuición y creatividad que brota de la experiencia del sujeto de interacción social, el cual está formado en un proceso de enseñanza-aprendizaje que le produce cambios de vida como modus operandi más allá de la propia vivencia y de la posexperiencia que es el lugar de donde se alimenta la AI cuando nos ofrece información, datos e imágenes.
El software virtual de la IA no sólo crea sistemas y algoritmos para una simple operación automatizada de aprendizaje, sino que también produce lenguaje natural, que con las redes neuronales artificiales puede aprender a generar datos, información y adaptarse a partir de esas informaciones procesadas.
Sin embargo, no es desde ahora, que en el cibermundo se vive con estos tipos de Inteligencia Artificial, lo que pasa es que el ChatGPT ha venido a revolucionar parte de los cimientos tecnológicos del cibermundo, como lo hará en su momento la computadora cuántica. Antes había reflexionado sobre algunas características que se aplican a la educación y a la investigación de IA débil; en este aspecto ya se vive desde hace años con Siri de Apple, Alexa de Amazon, Google Assistant, DeepMind y otras tantas.
Desde hace tiempo en el mundo cibernético se encuentran los microbot y androides. Estos son más frecuentes, aunque hace mucho nos encontramos viviendo con cientos de millones de sujetos cibernéticos que son cíborgs (híbrido compuesto de elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos), que con la tecnología cibernética han podido mejorar sus capacidades y habilidades.
Unos ejemplos de cíborgs: sujetos que han perdido brazos o piernas y tienen prótesis para ayudarles a realizar actividades diarias, como agarrar objetos o caminar; o los dispositivos que se implantan quirúrgicamente en el oído interno para ayudar a personas con discapacidad auditiva a escuchar sonidos y disfrutar de una vida más normal.
En el cibermundo, hombres y mujeres en la vida cotidiana son cuerpos cibernéticos postizos que cada día se reajustan porque no quieren envejecer. Además de buscar cuidar la salud, los llamados relojes inteligentes pueden medir la frecuencia cardíaca, la presión arterial y otros datos que ayudan a que las personas se sientan seguras de que pueden vivir en el transhumanismo que procura la mejora humana, no así en el poshumanismo que es fin de la condición humana y la búsqueda de la inmortalidad. Esto es imposible, de acuerdo con la ley de la entropía y la propia experiencia del ser humano, muy diferente a la posexperiencia en que se encuentra la IA.
En la historia de la humanidad se encuentran discursos de relatos, mitos, leyendas y conocimientos científicos que muestran cómo el hombre siempre se ha apasionado por crear vida artificial. Así vemos cómo la literatura se nutre de El Golem (Meyrink, 2014), una criatura artificial hecha de arcilla, que forma parte de la legendaria cultura judía. Esta criatura de barro fue creada por un rabino en la Edad Media y fue traída a la vida a través de la inscripción de palabras sagradas en su cuerpo.
Siempre me han apasionado los relatos sobre cultura de creación mitológica y de manera puntual, Golem el coloso de Barro (Issa Bashevis Singer, 2012) porque representa una metáfora, un referente simbólico en la literatura para reflexionar lo cibernético, el dilema ético, la relación del poder y el control entre los humanos y la máquina:
Al día siguiente, rabii Leib llamó a Miriam a su estudio y le hizo prometer que en la primera ocasión que el gólem bajara la cabeza, le borraría el nombre de la frente. El rabino dijo que en ellos no habría pecado, porque el gólem no era un ser humano, sino un ser artificial y temporal (Singer, 2012, p.60).
Existe la responsabilidad del sujeto ante esos dispositivos tecnológicos para garantizar que no se salgan de control. Tal es el caso de las ojivas nucleares, que pueden desatar los siete jinetes del apocalipsis en cualquier momento. Esto no puede ser objeto de fascinación y contentura, sino de reflexión, de cordura y de condiciones transidas conducentes a observar hasta qué punto seguimos pensando que se puede vivir sin gobernanza tecnológica, sin proliferación de armas nucleares (Merejo, 2023b).
La narración literaria sobre el Gólem fue una de las pasiones literarias de Borges, que me vino a colación en visita que hice a la República Checa. Hoy he revivido esa parte de esa aventura literaria combinada con lo que es la inteligencia artificial generativa que está sacudiendo al cibermundo. Tanto el Gólem como el ChatGPT son creaciones del lenguaje: el primero como ficción literaria y el segundo en el campo de tecnocientífico.
La creación del Gólem nos remonta a la premodernización que data de la Edad Media, siglo XVI (El Gólem de Praga, 2017) y el otro que se configura en inteligencia artificial (robot) en la posmodernización del siglo XXI. Estas creaciones, en lo literario y tecnológico, han impactado de manera significativa en la conciencia humana.
En su texto Dios y Golem, S.A. (1964), Norbert Wiener expresa que la máquina “es la contrapartida moderna del Golem del rabino de Praga” (p.60). Por lo que tanto Dios como el Golem son productos del sujeto-lenguaje-cultura-sociedad. Son los sujetos los que deben asumir la responsabilidad ética de sus creaciones, no eludirla, delegarla a la máquina o a fuerzas sobrenaturales.
La gran preocupación es que el diseño de un androide se convierta en un Gólem cibernético incontrolable. Que, de tanta seguridad en control cibernético, seamos tan confiados que nos quedemos dormidos y no despertemos ante una ciberguerra nuclear. Porque el rabino que le dio vida artificial al Gólem se sentía tan seguro y confiado que jamás pensó en que su creación artificial se le podía revelar, lo único que en estos tiempos transidos y cibernéticos no estamos viviendo esa ficción de lentitud y de final no catastrófico, que tranquilizó a su propio creador, ya que el Gólem cibernético de la IA va tan deprisa que a sus creadores no les importa la ética ni pensar que son dioses, sino que el dios mercado les incremente el tener, sin importar el ser.
Las grandes empresas y los principales gobiernos del planeta van tras el Santo Grial de la IA, dejando de lado todo tipo de protocolo ético. Su objetivo no es el ser, sino el tener. Erich Fromm, psicólogo y filósofo del siglo XX, desarrolló una crítica a esa mentalidad capitalista del “tener» en lugar del «ser». Fromm argumentaba lo siguiente:
Mientras que en el modo de tener las personas se apoyan en lo que tienen, en el modo de ser los individuos se basan en el hecho de que son, de que están vivos y de que algo nuevo surgirá si tienen el valor de entregarse y responder. Se entregan plenamente a la conversación, y no se inhiben, porque no le preocupa lo que tienen. Su vitalidad es contagiosa, y a menudo ayuda al otro a trascender su egocentrismo (Fromm, 1987.p.49).
Pensar que la felicidad se encuentra en el ChatGPT como software virtual y en las redes sociales y otros modos de dispositivos automáticos es sumergirse en la posexperiencia de la vida, que es la que se vive en lo virtual, sin darle sentido a la real, que es plena y significativa. Hemos entrado en situaciones complejas donde se le dará más sentido a estos tipos de dispositivos que a la propia vida; ideas, juicios y razonamientos moldearán la vida por ese software virtual y no por la experimentación real.
Conclusión
Nosotros, habitantes del cibermundo, no somos lenguaje algorítmico y de reglas, sino capacidad simbólica e innata. Somos lenguaje articulado con la conciencia de conocernos a nosotros mismos y conocer el entorno que nos rodea, además de aprender, desaprender y reaprender en cualquier escenario, porque nuestra inteligencia no se puede reducir a sistema operacional y a tareas puntuales, como es el caso del ChatGPT que se encuentra atrapado en lenguaje de programación, desprogramación y reprogramación sin conocer la creatividad, las emociones, porque es el sujeto cibernético que la alimenta de instrucciones para generar repuestas programadas.
El sujeto cibernético, como ser viviente navega por los vericuetos del ciberespacio, forma parte del sistema cibermundo, posee conciencia y pensamiento interrelacionado de manera simultánea con el lenguaje, y estratégicamente busca razonamiento lógico sobre la base de determinado concepto o juicio en forma de pregunta o enunciado que le introduce a un dispositivo como el ChatGPT.
Hoy más que nunca el ciberojo o el ojo de la sospecha cibernética nos hace dudar de ciertos sujetos sociales que escriben basado en la posexperiencia y a través de dispositivos como ChatGPT, renunciando a la indagación, al sentido crítico del discurso y viviendo una vida light, sin experiencia trasformadora y sin comprender que somos sujetos únicos e irrepetibles, que no vive dos veces en esta Tierra.
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[1] El concepto Golem sin acento viene de la lengua inglesa y con acento en lengua española
Fuente: https://www.revistadefilosofia.org/index.php/ERF/article/view/743/690o